La Nueva Guerra de la Vandeé
Las persecuciones a la Iglesia, el terrorismo, los fundamentalismos anticristianos, los relativismos, los colectivismos mentirosos y despóticos, la mentira masificada y aparentemente victoriosa, se vencen con el Rosario y la verdadera devoción a María
Historia
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Francesa
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(1789-1799)
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El profeta de María: tres motivos que mantienen viva la misión de San Luis María Grignon de Monfort
Sus misiones cristianizaron Francia, sobre todo la región de la Vendée, preparándola con más de medio siglo de anticipación para su rebelión y martirio ante la anticristiana Revolución Francesa.
Su libro más célebre, oculto durante un siglo, extendió por todo el mundo una consagración especial a la Virgen.
“Pocos hombres ha habido en el siglo XVIII que llevasen sobre sí tan fuertemente grabadas las señales del hombre providencial como este nuevo Elías, misionero del Espíritu Santo y de María. Su vida toda ha sido una manifestación... de la sublime locura de la Cruz”. Padre F.G. Fáber, sacerdote del Oratorio, autor de la primera traducción española (1862) del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen.
Siempre es una ocasión muy apropiada para recordar al gran evangelizador de esa región de Francia, donde la Revolución sacrificó en una horrenda masacre a cerca de trescientos mil herederos de su gran obra misionera.
Se trata de San Luis María Grignon de Monfort (1673-1716), un santo cuya actualidad para la Iglesia estaría centrada en tres aspectos: la verdadera devoción mariana, invencible contra las persecuciones; la misión ininterrumpida, como fortaleza de los creyentes; y la misión como canto de alabanza y súplica.
La verdadera devoción mariana es invencible contra las persecuciones. Ante el creciente poderío del laicismo fanático, que parece enseñorearse por completo del mundo, ante una persecución encarnizada contra la verdad, Monfort responde con la radicalidad de una entrega total a María, la verdadera devoción a ella que es, al mismo tiempo, la verdadera devoción a su Hijo: “Todo tuyo, Señor, por María”. Totus tuus, el lema del pontificado de San Juan Pablo II, quizá el más mariano de la Historia, tomado directamente de las enseñanza monfortianas. La mujer vestida del sol del Apocalipsis, a quien se le ha dado poder para aplastar la cabeza de la serpiente, todo lo puede, porque es la omnipotencia suplicante; sube y baja, haciendo incansablemente y siempre el bien; cuanto más intenso es el vómito de fuego del mal contra María y la grey que la sigue, cuanto más abunde el pecado, más fuerte y segura es la sobreabundancia de gracias procedentes de la intervención de la Madre de Dios en la lucha espiritual.
¿Qué recomendaría Monfort tambien, cuando todo parece conspirar contra la esperanza? En El secreto admirable del santísimo rosario escribía: “Esta vida es de guerra y tentaciones continuas. No tenemos que combatir a enemigos de carne y sangre, pero sí a las potencias mismas del infierno. ¡Qué mejores armas podemos tomar para combatirlos que la oración dominical que nuestro gran Capitán nos ha enseñado; la salutación angélica, que ha ahuyentado a los demonios, destruido el pecado y renovado el mundo” la cabeza del demonio y viviréis tranquilos contra todas sus tentaciones”.
En nuestros tiempos, así como se multiplican las artimañas del mal que, en términos de San Agustín, actúa cuando el hombre lo permite y le abre las puertas, así se multiplica tanto el número como la calidad de los exorcistas. Todo exorcista sabe, y lo proclama abiertamente, cuál es la importancia de la Virgen María en el proceso de ahuyentar las presencias malignas. Todo exorcista es un gran devoto de María. La verdadera devoción a ella, en la que tanto insistía Monfort, aplastará definitivamente toda insania infernal y todo el proyecto anticristiano de la dictadura del relativismo.
Las los fundamentalismos anticristianos, los relativismos, los colectivismos mentirosos y despóticos, la mentira masificada y aparentemente victoriosa, se vencen con el Rosario y la verdadera devoción a María, que con tanto énfasis abanderó San Luis María Grignon de Monfort, el santo evangelizador de La Vendée. Como lo señala el cardenal Sarah, la fe incorruptible de los vandeanos, afincada en las misiones de Monfort, católicos fieles enfrentados a la dictadura revolucionaria, que costó innumerables víctimas, llegó a ser en la posteridad una victoria. No pudo la Revolución destruir la Iglesia, como lo pretendían sus dirigentes.
No podrá tampoco la gigantesca ofensiva anticristiana que padecemos lograr otro tanto porque, en palabras de San Bernardo, el más citado por Monfort en su Tratado..., María, la estrella del mar, lo impedirá con el ímpetu del Espíritu Santo: “Con todas las fuerzas (..) de nuestro corazón, con nuestros más vivos sentimientos y anhelos, veneremos a María, porque es voluntad del Señor que todo lo recibamos por María. “